03 marzo 2008

Despertar en el agua


Por Luis Manuel López Rábago

Villahermosa (México).- Cuando despertaron el agua no estaba en el mismo sitio, sino entre sus casas, entre sus vidas. De pronto se vieron con los rostros desesperados y escuchándose -unos con otros- pidiendo auxilio desde las azoteas.
Crecieron junto a los ríos, nadaron en ellos y crecieron en ellos y hoy huyen y temen a ellos.
El despertar del 29 de octubre estuvo marcado de ríos desbordados en Villahermosa, la capital de Tabasco. Aquel día pocos hombres y mujeres sabían que Tabasco, estado mexicano con 2 millones de habitantes, estaba cubierto de agua en un 70 por ciento, miraron por la ventana y ahí estaba el agua.
Miraban a la redonda y veían lo mismo. Alguna vez Carlos Pellicer, el Poeta de América, dijo: Agua de Tabasco vengo, agua de Tabasco voy…
El agua iba y venía desde los primeros días de octubre por todo Tabasco. Más de seis ríos desobedecieron y se salieron de sus cauces.
A Villahermosa, en su Centro Histórico, el río Grijalva la sepultó en la víspera del Día de Muertos, una celebración mexicana.
La inundó hasta el hartazgo que le hizo recordar a la antigua San Juan Bautista (hoy Villahermosa) cuando por sus calles el vehículo principal era el cayuco, embarcaciones fabricadas con madera de la región.
Cuando el río Grijalva superó el dique en el norte de la ciudad, Tabasco dejó de ser un edén. Llegaron toneladas de tierra, millones de metros cúbicos de agua, enfermedades, niños sin hogares, mujeres en las calles pidiendo ayuda, presuntos muertos. Llegó el dolor, los llantos y el hambre.
Llegaron los soldados, los barcos, los helicópteros, las despensas y un enjambre de periodistas a reproducir un sin fin de historias.
En las iglesias, los feligreses que formaron parte del millón de damnificados durmieron durante semanas debajo de los santos.
Desde los cayucos se veía el rostro perdido de las familias atrapadas en lo más alto de sus viviendas. Además, el rescate de los niños, de los perros, de las mujeres que cruzaron –como en las películas- el río intruso a pesar de la fuerza de la corriente.
Carolina Rivas, una mujer tabasqueña, atravesó una avenida de Villahermosa sujetada a una cuerda. En la mayoría de los diarios nacionales e internacionales se reprodujo el rostro de la señora Rivas venciendo a la corriente o la corriente venciéndola a ella.
En otros años del Tabasco contemporáneo, era difícil que alguien relatara una inundación como ésta. Villahermosa, durante tres semanas, era la Venecia mexicana, con cayucos en lugar de góndolas, con policías gritando el nombre de desaparecidos en vez de cantantes italianos.
Los viejos conocen –desde su adolescencia- el Tabasco inundado, pero en esta tragedia ya no tuvieron fuerzas para enfrentarla. A los nuevos se les ha había dicho que forman parte de la cultura del agua pero es la primera vez que viven esta experiencia.

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